sábado, 14 de junio de 2008

La hipótesis fantástica


La hipótesis fantástica a la que se refiere el título tiene que ver con una pregunta, un ¿Qué pasaría si ...? aplicado a una historia contada de manera realista que introduce un cambio, un camino divergente que nos lleva a un nuevo mundo de posibilidades.

El sindicato de policia yiddish, novela de Michael Chabon, parte de una de estas hipótesis, ¿Que pasaría si los israelíes hubieran perdido la guerra por su nuevo e incipiente pais al acabar la segunda guerra mundial y se hubieran refugiado temporalmente en Alaska? Nos encontramos en Alaska, en 2008, en Sitka, hogar de los judios durante 60 años que va a dejar de serlo muy pronto. Esa situación de asilo temporal se acaba y en su lugar va a surgir un nuevo éxodo. Pero antes de eso siempre hay tiempo para un crimen y las consecuencias que pueden surgir de él.

El autor crea una historia alternativa a partir de esa hipótesis inicial y en ella situa una historia de novela negra americana, con un detective tipo, Meyer Landsman, de vuelta de todo, y que gracias a que el destino le pone una oportunidad delante, comienza un largo y retorcido camino de redención que lo lleva hasta una situación que es muy parecida, curiosamente, a la que vivimos ahora mismo.

Chabon parte de los tópicos de la novela negra, de la clásica tipo Hammett o Chandler, a la más moderna, y dibuja una historia que deriva casi en metafísica o política por que aspira a retratar a los judíos y su visión del mundo. Quizá el tema central es precisamente el éxodo, esa marca de no tener un país y buscarlo siempre, a cualquier precio, la marca de ser el pueblo elegido por Dios para no se sabe muy bien qué, el peso de la tradición, del carácter, en lo que hacemos y lo que nos hacen.

Esta novela me recuerda un poco a lo que la factoría Pixar hace en sus películas con los géneros clásicos, respondiendo a preguntas del tipo: ¿Que tal si hacemos una peli del oeste con Bichos? Del mismo modo, Chabon ha escrito una novela negra con judíos, una de esas historias que se mastica y saborea al tiempo que se lee, con buenos personajes, una prosa magnífica, dialógos sabrosos, en fin, un buen guiso donde nada falta. La hipótesis fantástica está planteada con rigor y con detalle, y uno llega a notar la solidez del escenario (casi falta un plano de Sitka para que nos ayude a situar en cada momento la acción), y se lo pasa bien con una historia bien planteada, donde los tópicos casi parecen recién estrenados y nuevecitos, y donde al cerrar la última página sabe que echará de menos a sus compañeros de viaje.

domingo, 8 de junio de 2008

Recuento de daños


Al hilo de mi post sobre el final de la cuarta temporada de House me he acordado que esta semana también he visto el final de Damages (o Daños y perjuicios, como la llamamos aquí). Otra serie sobre la verdad, aunque esta muy diferente. Aquí la cosa va de abogados, en particular de Patty Hewes, una inmensa Glenn Close, una de esas abogadas todopoderosas que tiene muchos cadáveres en el armario de su éxito y que está dispuesta a todo por conseguir lo que desea y conservar lo que tiene.

Esta serie de abogados recurre a una estrutura formal complicada, como un rompecabezas del cual conocemos el final (o al menos parte de él), pero no el camino seguido para llegar hasta él. Para ello hace uso del llamado "flashforward" que, a diferencia del flashback, nos adelanta el futuro pero en vez de explicar genera preguntas. En esta historia te ves obligado, casi de forma contínua, a plantearte el sentido de lo que ves, por que este sentido envoluciona con la misma historia hasta que todas las piezas se encuentran delante de tí. El sentido de este juego tiene que ver con la naturaleza de la historia, y en particular con la mentira y la manipulación. A lo largo de los meses que preceden a un juicio sobre un caso de estafa multimillonaria vemos desplegarse todo tipo de tretas sucias, chanchullos, trampas, secretos, en fín, lo mejorcito de cada casa, de manera que, de nuevo, el sentido de lo que pasa cambia y es necesaria una re-adaptación de nuestra visión de los acontecimientos.

En la serie, no importa tanto el saber quién son los malos (llegamos a la desoladora conclusión de que todos lo son), sino el ver como somos capaces de movernos por una especie de lucha de poder que, extrañamente, no tiene demasiado sentido. Saber lo que sucede no te deja más tranquilo.

De todas formas, la visión de Damages te deja con la sensación de que el mundo es un lugar cruel, que las preguntas complicadas siempre tienen respuestas equivocadas y de que conceptos como la honradez y el juego limpio son meras etiquetas para tranquilizarnos por las noches.

La verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad




Esta semana ha terminado la cuarta temporada de House. Hace algunas semanas, en una entrevista, preguntaron al creador de la serie, David Shore, sobre qué iba House, a lo que éste, tras advertir que resumir algo como unas serie en una sola palabra no lo iba a dejar en muy buen lugar, dijo simplemente que es una historia sobre la verdad.


Creo que Shore tiene en esto razón. Además de su estructura de suspense, la serie ha llegado a un considerable nivel de lucidez sobre lo que cuenta y sobre quienes lo cuentan. Los personajes, todos ellos, son sólidos, creibles, en cierto modo han evolucionado ante nuestros ojos y los hemos visto cambiar, no siempre para mejor. El lema de House, "Todo el mundo miente", es el reverso de la declaración de Shore, todo el mundo miente a los demás y, sobre todo, se mienten a sí mismos para seguir adelante. Y creo que ese es el verdadero fondo de House, la idea de soportar lo que nos rodea y como hacemos mil estratagemas para continuar. Y lo que nos rodea es dolor, un constante sinsentido, una especie de broma cruel ante la cual nos aferramos a lo que podemos. House, a un cinismo cruel y a una especie de espiral auto-destructiva, Wilson a la idea de poder ser feliz, el resto se busca coartadas con mejor o peor fortuna y así van, en un viaje que tiene mucho de lúcido y por eso mismo de desesperanzado.


No hay grandes soluciones, no hay lógica, todo el mundo muere a fin de cuentas. Y mientras que el terrible final no suceda hacemos lo que podemos, por que, como diría la otra gran frase sobre la serie, no siempre consigues aquello que quieres.


Lo sorprendente es que, ante este panorama, seguimos acompañando a House y al resto, tal vez con la idea de que las cosas vayan a mejor, de que a pesar de todo siempre hay más cosas buenas. No se, pero el caso es que, sea cual sea nuestra razón, nos sigue enganchando la honestidad brutal, la mala baba y la cojera de House.

domingo, 1 de junio de 2008

Calaveras


Hay muchas formas de acercarse a ver una película como "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal". Con nostalgia de lo que éramos hace veinte años, con curiosidad malsana por comprobar los achaques de nuestra memoria, con ilusión por comprobar si nos sigue emocionando un tipo de historias que apelan, más que cualquier otra, a nuestra maltrecha inocencia, o incluso con mala uva, sabiendo de antemano que todo esto no es sino una operación de marketing destinada a que Lucas, Spielberg y Harrison Ford se llenen un poco más los bolsillos gracias a la millonaria recaudación de todo el asunto.

Este pequeño muestrario de posibilidades solo sirve para comprobar que es imposible acercarse a esta película como si uno fuera a ver una película. Todo lo que la rodea es una suma de detalles muy raros, más propios de fenómenos sociales de esos que nos encandilan durante 15 minutos y luego pasamos a otra cosa. Pero bueno, el caso es que vamos a ver al bueno de Indiana Jones pasar fatigas y salirse siempre con la suya, con la tranquilidad insensata de saber que todo le va a salir bien (sospecho que hasta el propio personaje, en el momento más desesperado de su peripecia más terrible, lo sabe también). Da lo mismo lo que le pase, da lo mismo que no se reflexione apenas sobre lo que significa el paso del tiempo sobre nuestras ilusiones de antes, da un poco igual quienes sean los malos, y que esta peli, como las anteriores, tenga alma de blanco y negro, de ausencia de matices. Queremos subirnos a la montaña rusa, disfrutar sin pensar en nada. Y así, fieles a nuestros deseos, los buenos de Lucas-Spielgberg-Ford nos dan lo que queremos.

Claro que mi mirada ya no es la de hace veinte años, y aunque no he visto naves arder más alla de Orion, si que he visto otras cosas, suficientes como para pasar un buen rato con el viejo Indiana y olvidar después, ya que salvo algunos toques aquí y allá, esta peli se disfruta y se va pronto.

No entro en si eso es bueno o no, supongo que es lo que todos queríamos.