domingo, 27 de enero de 2008

Libre albedrío


Hace algún tiempo comenté el último libro de Kurt Vonnegut, que consistía en una colección de opiniones a modo de mini-ensayo por parte de este autor tan raro como lúcido en su forma de ver el mundo. Tras su muerte hace algunos meses intenté localizar alguna de sus novelas en las librerías a las que suelo ir, y no me fue sencillo dar con él. Aunque muchos de sus libros fueron editados en España hace tiempo (la mayoría por Bruguera y Anagrama), resulta toda una aventura rescatar alguno de estos títulos en el proceloso mar de lo descatalogado. Pero por suerte, encontré de refilón El desayuno de los campeones, novela editada por Anagrama a raíz de que Alan Rudolph hiciera una adaptación al cine de la misma hace algunos años.
No me imagino cómo será la peli, la verdad, por que esta novela es imposible de contar. Y por eso mismo, creo que refleja muy bien una sensación de desasosiego, o más bien pánico, ante lo que nos rodea. La trama tiene que ver con el encuentro entre dos tipos raritos, Kilgore Trout, un extraño escritor de ciencia ficción que envía sus obras a editoriales que las publican en revistas pornográficas, y Dwayne Hoover, un vendedor de coches que enloquece y necesita una razón para entender el mundo. Vonnegut no niega el caracter de ficción de estos personajes, e incluso mete dentro de la historia a su creador, un escritor harto de todo que se llama Philboyd Studge y que se mueve dentro de su propia historia con un propósito que sólo conoceremos al final.
Como digo, la trama es lo de menos por que Vonnegut retrata con humor salvaje su pais y a sus compatriotas y, de paso, a todos nosotros, perdidos en un mundo sin ningún sentido. Y así vemos pasar historias delirantes, personajes que tienen una mezcla de locura y lucidez, las obras de Kilgore Trout que, aunque no tiene ni idea de ciencia, retrata la extrañeza de lo que ve con metáforas brillantes. Esta historia trata de cómo somos, de cómo nos sentimos (aunque no lo recoznocamos), de la posibilidad de ser libre o no serlo, de paradojas y libre albedrío, del caos, de cómo contar una historia o no hacerlo.
Y aunque hay risas, éstas son las de aquellos que enloquecen por no ponerse vendas en los ojos.

No hay comentarios: