domingo, 8 de febrero de 2009

Darwin


Si en mucho ha contribuido la ciencia desde mediados del siglo XIX al desarrollo de la humanidad, también, y muy especialmente, le ha bajado los humos al homo sapiens y le ha puesto en un lugar humilde y deprimente. Antes de toda esa revolución la tierra era el centro del Universo (o al menos lo fue durante un tiempo), el hombre era imagen y semejanza de Dios y, entre sus múltiples capacidades, había construido una serie de conocimientos que lo hacían señor de todo y de todos y que se había terminado de construir allá por el siglo XVIII.

Pero entonces, cuando todo estaba hecho, comenzaron a aparecer grietas en el edificio. Grietas como las teorías de Einstein, la mecánica cuántica, los trabajos de Gödel, las ideas de Freud, y antes de todos ellos, las ideas sobre la naturaleza de Charles Darwin que le condujeron a formular su teoría sobre el origen de las especies.

Es curioso que, aunque en apariencia nadie parece cuestionar las bases de la relatividad o la mecánica cuántica, quizá por que no se entiende y es sencillo reducirlas a algo parecido a la magia o a algo sin influencia en nuestra vida cotidiana, todavía hoy se libra una gran batalla sobre las ideas de Darwin y la teoría de la selección natural, y se la enfrenta a toda clase de pseudociencias varias como el diseño inteligente y demás. Supongo que uno de los problemas es que la selección natural darwiniana nos coloca en un paisaje mucho menos agradecido que el génesis, y al mismo tiempo cuestiona de forma radical el sentido de que estemos aquí.

Parece que en Europa, donde se tiene en apariencia una visión más dada a la razón, esta batalla no tiene mucho sentido pero no es cierto. El auge de las creencias religiosas o de raíz religiosa en los últimos tiempos ha hecho que se quieran introducir dudas sobre la validez de la teoría y se propongan alternativas a las que se les da el mismo valor, cuando no tienen nada que ver. Será que no nos gusta no ser el punto más alto de la cadena, que nos miramos con cierto orgullo. Además, la propia teoría de la evolución tiene en su propio seno múltiples discusiones sobre cómo funciona, aunque éstas no recurren (al menos por ahora), a dioses en la máquina.

En fin, que la polémica sigue y, al menos, hay mucho donde leer, mucho donde pensar y batallas que librar.

Bienvenidos todos al año Darwin.

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