Leo en el número de julio-agosto de Cahiers du Cinema (siempre quise escribir esto ...) una serie de artículos sobre lo que llaman "cine invisible". Cine que no vemos por falta de distribución en España. Y ese cine que no vemos no está formado únicamente por películas de paises lejanos de esas que solo se proyectan en festivales y que se llevan un montón de premios. Son películas de muy diverso origen, de grandes y pequeñas productoras, con premios y sin ellos, buenas, malas y regulares. Cine que para nosotros, simplemente, no existe, por que al no ver una película, la condenamos al limbo de lo que no ha podido ser.
El fenómeno puede ser considerado como bueno o malo pero deja detrás la duda de las razones por las que esas películas no llegan. ¿Quién decide lo que se ve o no se ve? En el caso de las películas, son las distribuidoras las que ejercen esta tarea aunque por razones que muchas veces no acabo de entender. Más allá de los taquillazos, de las películas que todos vemos, hay muchas otras que, seguro, tienen un público dispuesto. Claro que, en tiempos del Emule y derivados, donde todo puede verse, parece que cada cual hace en su casa el trabajo de las distribuidoras. A poco que uno sea un poco sufridor y se plantee ver pelis en versión original (con o sin subtítulos), tiene al alcance de su ordenador todo el cine (clásico, moderno, posmoderno, analógico y digital) que quiera.
Otra causa de invisibilidad puede ser, paradójicamente, el exceso de oferta. Esto es lo que parece suceder en el mundo editorial ya que, en estos tiempos en los que nadie lee (salvo el Gremio de Editores), la oferta de libros es la mayor que yo recuerdo. Hay multitud de títulos de infinidad de editoriales y, siento confesarlo, la sensación que a veces me invade cuando voy a una buena libreria es la del agobio: no tengo tiempo para tantos posibles libros. Bueno, ese no tener tiempo es culpa mía ya que mi velocidad lectora es, como poco, ridícula. Acabo de empezar Vida y Destino, de Grossman, novelón de unas mil cien páginas y no se cuando voy a terminar (si es que lo logro). El tiempo dedicado a este libro me podría servir para leer otras cosas si me lo planteo como un simple problema de sumas y restas pero, por suerte, leer no ha sido nunca eso.
Pero volviendo al tema, la invisibilidad para los libros tiene muchas razones: demasiada competencia, vidas imposibles en la mayoría de los casos más allá de la primera edición, situaciones infames en las librerías (el último rincón del último expositor justo detrás del cartel gigante del Juego del Ángel de Ruiz Zafón), portadas horribles, ni una sola reseña en ni un solo suplemento literario ni blog ni nada de nada, etc.
Puede ser entonces que nos estemos perdiendo excelentes pelis y excelentes libros. Pero el tiempo y razones que se escapan a mi control hacen que esto forme parte del ruido del mundo, del crecimiento del desorden y de la cada vez mayor velocidad de las cosas.
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