Recuerdo que descubrí a Eduardo Mendoza a través de El misterio de la cripta embrujada, una novelita que me hizo pasar unos ratos estupendos hace ya mucho tiempo. El inicio de la novela no se me ha olvidado, prueba de que la memoria es caprichosa como ella sola, y además, un pelín cachonda. Esta vena de Mendoza de escribir una especie de novela policíaca inclasificable, donde lo de menos es quien mató a quién (aunque salvo, quizá, en El laberinto de las aceitunas, todo está perfectamente cerrado), y lo de más es pasar página a ritmo de sonrisa o carcajada, a mí siempre me ha gustado mucho. No se si éste será otro Mendoza diferente del escritor de La ciudad de los prodigios, o Una comedia ligera, o La verdad sobre el caso Savolta. Creo más bién que este Mendoza es también, junto con los otros, uno de los mejores escritores españoles y sin duda uno de los que mejor trata a los lectores.
Llegado a este punto, he de decir que El asombroso viaje de Pomponio Flato me dejó a cuadros. Claro que no debería, por que Mendoza se ha acercado a la ciencia ficción, lo mismo que al culebrón decimonónico, así que, ¿por qué no una novela policiaca ambientada en Judea, con personajes como el niño Jesús, sus padres María y José, su primo Juan y hasta el mismísmo Judá Ben-Hur? Dicho y hecho, aquí están todos junto a Pomponio Flato, fisiólogo que en su ansia de saber va buscando fuentes mágicas por las tierras del Imperio, lo cual no hace sino empeorar los problemas de su organismo (flatulencias y meteorismo, los cuales, se dejan notar en los momentos más intempestivos). Pomponio tiene una mala suerte digna de Philip Marlowe. De hecho, al principio de la novela, se encuentra hecho unos zorros y ante una tribu que no sabe si darle por culo y matarlo o bien darle cobijo y alimentos.
Aquí está todo lo que esperamos de una novela policíaca, el detective privado, los pasados ocultos, la violencia sin sentido, pero también está todo lo que esperamos de Mendoza, una extraña melancolía y una sonrisa permanente, de esas que te hacen sentír bien. Y uno se encuentra con que en esta historia tanto los dioses (el que no se puede nombrar y aquellos que no paran de nombrarse), como los humanos enredan una trama que es una especie de evangelio apócrifo (milagros incluidos), ya que nos "aclara" muchas de aquellas cosas que creíamos conocer y ofrece una versión alternativa sobre unos hechos y unos personajes que suponiamos muy conocidos.
En fin, un libro muy divertido, que bajo su ligereza deja ver muchas pinceladas de profundidad, y que yo le agradezco al maestro Mendoza.
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo en cuanto a que Mendoza es uno de los mejores escritores españoles. Yo mencionaría, además de los que citas, Sin noticias de Gurb. Sus numerosas alusiones a la vida cotidiana son hilarantes y esa crítica a la gran ciudad (Barcelona) llena de genialidad....
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