viernes, 28 de septiembre de 2007

Héroes, Antihéroes y Gente de Mal Vivir


¿Dónde quedan en las historias de hoy los héroes? Los tipos de una pieza, de un blanco nuclear, íntegros, capaces de todo por defender lo bueno y honorable, ... Sin duda deben de estar tomándose un descanso prolongado. Y de paso, a nosotros también nos hacen descansar. Y es que, a estas alturas del partido, sabemos todos muy bien que esos tipos son carne de psicópata, incapaces de entender que los matices, a partir de cierto momento en nuestras vidas, lo son todo. Los héroes han quedado en la cuneta o se han reconvertido en fanáticos defensores de causas que nos asustan cada día más. A pesar de la querencia que hay por estas figuras en determinados lugares (Idaho, por ejemplo, o también Ohio, o mucho del cine Hollywoodiense), en literatura se estila más el gris, personas que se ven forzadas a decidir en situaciones que les superan y que, ay madre, !pueden equivocarse y hasta fallar en sus cometidos! Estos héroes de segunda nos suelen poner un poquito de los nervios por que, a diferencia del héroe clásico, que ni se despeina en sus diferentes cometidos heroicos, no tenemos muy claro si van a lograr alguna cosa o simplemente se la van a pegar.
Quizá por eso llegamos a interesarnos incluso por el reverso tenebroso del héroe, que no es el villano (éste tiene la actitud del héroe pero prefiere luchar por otras cosillas), sino el antiheróe, mucho más versátil y con el que nos encariñamos más por que, aunque sea un cabronazo, casi siempre suele hacer algo que lo redime ante nuestros ojos, al menos en parte.
Incluso, podemos llegar a entender a aquellos que, ante esas situaciones difíciles, sencillamente no hacen nada de nada. ¿Cómo calificar a éstos? De tibios, de cobardicas, de pringaos... ¿O simplemente hacen (o no hacen) como hariamos (o no hariamos) nosotros mismos?
De todo esto he estado pensado despues de ver una peli alemana, La vida de los otros, y de leer El natural desorden de las cosas, de Andrea Canobbio.
En La vida de los otros, asistimos a una descripción de la vida en la Alemania del Este antes de que cayera el muro y seguimos a un personaje, un agente de la Stasi, profesional y firme creyente de las bondades del estado, un héroe, para entendernos, que comienza a descubrir los matices de la vida cuando comienza a espiar a un dramaturgo y a su pareja. La transformación de este personaje, desde su dureza y antipatia inicial hasta la dolorosa comprensión de cómo son los demás en un clima tan asfixiante como el de un estado totalitario es tan suave que no puede ser percibida con claridad, solo sentida y apreciada como verdadera. A mi me encantó esta historia de personas que dejan de ser héroes y se convierten en criaturas dolorosas.
Otro tipo de viaje es el que se cuenta en El natural desorden de las cosas (Andrea Canobbio, Salamandra), novela donde el prota es un tipo más bién pasivo. Apenas hace gran cosa, apenas habla, existe casi por hábito. Le suceden cosas que podrían convertirlo, en otras circunstancias, en una especie de Phillip Marlowe a la italiana. Pero esta no es solo una historia policiaca. Es muchas cosas, y sobre todo, una historia sobre el peso del pasado en lo que somos (y probablemente seremos), y sobre el desorden de nuestras vidas, donde continuas carambolas del azar nos ponen en situaciones extrañas, dolorosas, felices, ... El protagonista de esta historia no encaja en las categorias de héroe o antihéroe, más bien es de nuevo una persona/personaje que ni siquiera parece intentar cambiar, aunque los hechos le indiquen lo contrario.

En fin, dos buenas opciones para los que busquen más sombras que luces, o lo que es lo mismo, para los amantes de los matices.

viernes, 21 de septiembre de 2007

El ¿último? mohicano


La música para cine tiene una ventaja fundamental: la mayor sala de conciertos del mundo, es decir, aquellas salas de cine donde la peli correspondiente se estrena. Así, ocurre a veces que determinados temas se hacen tan famosos como la propia película a la que acompañan y pasan a ser parte de la cultura común. Todo el mundo conoce algunas de estas músicas y, aunque no sepamos quién es John Williams es más que probable que podamos reconocer y tararear sus músicas para Star Wars, Superman, E. T., Indiana Jones,... El músico de cine es entonces mundialmente famoso y normalmente desconocido. Todos conocen la sintonía de Los Simpson pero no tantos saben que se debe a Danny Elfman.
Además, estas músicas acaban sonando en todas partes, ya sea por causa de la publicidad, por que forman parte de recopilaciones del tipo Música maravillosa para gente maravillosa o Sintethizer Hits (tan normales en su tienda de discos hace mucho, mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana), o cualquiera sabe por qué. Y puede que a uno hasta le gustaran inicialmente, pero la sucesiva re-creación, o versión, o inspiración, o copia barata o lo que toque ese día hace que, al final, de tanto oirlas, acabemos tomándoles una manía horrorosa.
El último caso de este no tan extraño comportamiento me sucedió el pasado fin de semana en el Oceanografic de Valencia, en el que al pasear entre tanque y tanque de peces sonaba sin cesar el tema "The Kiss", compuesto por Trevor Jones para la película de Michael Mann El último mohicano. El tema es precioso, con un espíritu épico y romántico (muy relacionado con que el violín que aparece en el mismo esté tocado por Alisdair Fraser), pero es que ya me pone un poco de los nervios haberlo oido en miles de sitios, normalmente relacionados con animales (zoológicos, acuarios, consultas varias), y en miles de versiones distintas, a cual más terrorífica. Carne de hilo musical a su pesar, esta pieza fue repetida así como quince veces en dos horas, seguida de cerca por otro clásico de estas situaciones, John Barry y su música para Bailando con Lobos. Casi toda la gente que reconocía el tema, decía algo parecido a ¿no es esa la música de la peli de indios? Sí, tenían razón, pero a mí me pone un poco de los nervios ese machaque con el pobre Trevor Jones. No se me ocurrió protesta alguna pero, como daño colateral, no creo que vuelva a oir esta música durante un tiempo por que, si lo hago, comenzaré a pensar en belugas y tiburones con los cuales, el último mohicano estaría, como mínimo, muy sorprendido.