Ir al cine se está convirtiendo ultimamente en un oficio duro. Este verano, salvando las maravillas animadas como Ratatouille o La película de los Simpsons, nos ha invadido la plaga de las secuelas. El quinto Harry Potter, el tercer Shrek, la nueva de los Cuatro Fantasticos, la última de la trilogía de Jason Bourne, ... Esto de las secuelas tiene indudables ventajas: conocemos la historia, los personajes, creemos saber más o menos de que va el tema y si nos gustaron los capítulos anteriores creemos que la cosa será más o menos igual con la nueva ración. A pesar de estas ventajas, por lo general, y salvo excepciones, las secuelas generan cansancio y un cierto hartazgo. El caso Potter es bastante claro, y aunque habrá fans del chaval a los que les encantará todo cuanto tenga que ver con él (pelis, libros, colecciones de cromos, miniaturas, ajedreces, escobas de porcelana), y las ventas de libros+entradas+refrescos no bajan, la sensación general es que el merchandising, que es más poderoso que el mismisimo Voldemort, va a acabar con nosotros. En el caso de Potter se cumple además otra sensación: a su condición de "fórmula" (o de receta) se le ven cada vez más las costuras (al menos en las pelis), y eso no ayuda a que disfrutemos más.
Sin embargo, en el caso de las series de televisión la cosa es diferente. De repente, con su nuevo auge (y su variedad), uno está deseando que lleguen las nuevas temporadas de, por decir algunas, House, Perdidos, Heroes, Prison Break, o la que se quiera. En estas series, más suele ser mejor, por que los respectivos protas no solo no lo han dicho todo sobre sí mismos sino que parece que se complican conforme avanzamos. Aquí parece que las fórmulas si funcionan. Frente a las dos horas de cine, los efectos especiales, el sonido Dolby o THX, las palomitas, las multisalas, la ceremonia de las luces que se apagan y los próximos estrenos, parece que triunfan los cuarenta minutos del capítulo semanal, el sofa de tu casa, los anuncios de detergentes y la ceremonia de la cita semanal, mismo día, misma hora.
¿Estamos cambiando de hábitos? Bueno, no se, pero al menos lo que te ofrecen es muy diferente. Y aunque hay series tontas y malas y películas de las que te dejan maravillado, parece que nuestros gustos se están decantando hacia lo casero.
Sin embargo, en el caso de las series de televisión la cosa es diferente. De repente, con su nuevo auge (y su variedad), uno está deseando que lleguen las nuevas temporadas de, por decir algunas, House, Perdidos, Heroes, Prison Break, o la que se quiera. En estas series, más suele ser mejor, por que los respectivos protas no solo no lo han dicho todo sobre sí mismos sino que parece que se complican conforme avanzamos. Aquí parece que las fórmulas si funcionan. Frente a las dos horas de cine, los efectos especiales, el sonido Dolby o THX, las palomitas, las multisalas, la ceremonia de las luces que se apagan y los próximos estrenos, parece que triunfan los cuarenta minutos del capítulo semanal, el sofa de tu casa, los anuncios de detergentes y la ceremonia de la cita semanal, mismo día, misma hora.
¿Estamos cambiando de hábitos? Bueno, no se, pero al menos lo que te ofrecen es muy diferente. Y aunque hay series tontas y malas y películas de las que te dejan maravillado, parece que nuestros gustos se están decantando hacia lo casero.
1 comentario:
Decantando hacia lo casero?....
No todo el mundo puede pagar 6 euros de entrada, 3 de palomitas, otro tanto de agua o similares. Esto multiplícalo por el número de miembros de una familia y el resultado es que con lo que gastas puedes pagar un día de hipoteca.
Donde esté esa pantalla de cine, ese sonido y esa tranquilidad que se quite un plasma de 42 pulgadas HDMI, sonido superround y el niño dando por saco que quiere agua.
Más que decantarse por lo casero es pura necesidad.
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