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martes, 21 de agosto de 2007

Oscuridad


Uno de los personajes de la última novela de António Lobo Antunes, "Ayer no te vi en Babilonia", afirma que lo que esta novela contiene puede leerse en la oscuridad. Y en cierta forma no le falta razón. La oscuridad juega en diferentes niveles en esta mezcla de historias. Hay oscuridad exterior ya que lo que se nos narra es una noche de insomnio de tres personajes: Ana Emilia, la única nombrada, una mujer obsesionada con la ausencia de su hija, un policía salazarista y una enfermera, un triangulo que se va ramificando hasta abarcar muchos otros rostros e historias. También hay oscuridad interior, pues lo que se nos cuenta es una especie de confesión o delirio, suma de momentos pasados que buscan tanto una comprensión que no llega como una especie de perdón. Los tres personajes avanzan a ciegas en estas oscuridades, se confunden (y nos confunden), sus relaciones son complejas, sus motivos difíciles, tropiezan con las palabras y los recuerdos, con la violencia terrible de sus vidas (una violencia que, aunque no es explícita, casi siempre está presente de un modo angustioso), el tiempo no existe para ellos ya que las horas que van pasando no son sino una mera referencia donde se despliegan todos los tiempos, los reales, los imaginados y los imposibles.
Como en todas las obras de Lobo Antunes, la voz narradora es dificil de indentificar. Además, conforme avanzamos, el propio autor nos da ideas sobre el proceso de su escritura, aparece en el texto con acotaciones sobre lo escrito, sobre quien es, sobre el proceso de las historias que va escribiendo. La voz miente, recrea, sueña, nos cuenta y se arrepiente, la voz se duele, nos duele con sus momentos pasados, busca, sobre todo busca si no entenderse, al menos un poco de paz que no sabemos si llega pues como siempre, amanece y las oscuridades de repente se hacen impenetrables.
Sobre el argumento, mejor no decir gran cosa. La trama no es relevante (al menos no de forma decisiva), en esta novela. Sobre la prosa, que es bellísima, llena de imágenes fulgurantes y de momentos espléndidos. Sobre este libro, que es un laberinto donde perderse es al mismo tiempo terrible y hermoso.


martes, 6 de febrero de 2007

Tiempos detenidos y universos en expansión


Debo reconocer que soy bastante compulsivo cuando leo. Si me gusta un autor que he descubierto por casualidad busco varios libros del mismo y trato de leérmelos de un tirón, así, a lo bruto. Me pasó con Paul Auster, del cual leí en un viaje a Santader su Pais de las últimas cosas en la edición de bolsillo de Anagrama en un mes de julio de hace algunos años, y tras quedar fascinado con ese libro, me leí tres más, y luego otro más, y otro, y así hasta Viajes por el Scriptorium. La última vez que me pasó esto fue con César Aira, del cual leí El mago y otros cuatro más el pasado verano. Pero quizás el autor que me ha dejado más noqueado y al cual vuelvo siempre es Antonio Lobo Antunes.

Si no recuerdo mal el primer libro que leí de este autor fue un librito que sacó Alfaguara en una efímera (y muy barata) colección que se llamaba Alfaguara 100 (ó 200). Este librito es Sonetos a Cristo, una selección de crónicas de Lobo Antunes. De ahí pasé a su Manual de Inquisidores en la edición de Siruela. Confieso que leí este libro por la portada de esa edición, en concreto por la fotografía de su portada que me dejó bastante intrigado. Una vez que pasé la portada, la cosa se puso seria. Este libro me dejó maravillado, y desde entonces he leido y leo a Lobo Antunes por que escribe en el lenguaje del tiempo detenido, por que crea universos en expansión.

Las dos ideas son intrigantes. ¿Qué significa tiempo detenido? Todo sucede pero en un segundo, un segundo que es un año, una vida, un rato, no existe la distinción entre presente, pasado y futuro, los tres son la misma cosa. En cuanto al universo en expansión, sus historias son un sin fín de detalles que se amplian a cada página, que se vuelven sobre sí mismas una y otra vez hasta convertirse en un dibujo intrincadísimo y complejo en el que nos guía a su capricho. Sus novelas son viajes, viajes desquiciados y densos hacia la soledad, la locura, el deseo, la muerte.


Debo reconocer que no entiendo sus historias, que no creo que tengan sentido, que me conmueven y me dejan exhausto, que me hacen sufrir y reir. Que me encanta leerlo.


Y que espero como agua de mayo su último (o penúltimo libro), Ayer no te ví en Babilonia.