martes, 1 de mayo de 2012

Declaración de los testigos

En las novelas de Lobo Antunes el tiempo no suele existir. Todo transcurre en un instante como en Exhortación a los cocodrilos, o en el espacio que ocupan los pensamientos de alguno de los personajes, o del narrador, sea este quien sea. En las novelas de Lobo Antunes no existe una "trama" al estilo convencional, pasan y no pasan al mismo tiempo múltiples acontecimientos. Las novelas de Lobo Antunes no son, por así decirlo, novelas. Son delirios con algo de estructura, en los que algunas  voces hablan al vacío y cuentan y se cuentan, intentando que en ese flujo de palabras se solidifique algo parecido a un sentimiento, a cierta claridad en el laberinto de tiempos y hechos, a algo que, si no es cierto, tiene la misma apariencia, pesa lo mismo y tiene la misma densidad de aquellas cosas que no nos atrevemos a decir pero que nos definen.
En ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, Lobo Antunes parece re-escribir una de sus primeras novelas, Auto de los condenados. La historia es similar, la inminente muerte de la matriarca de una familia reúne a sus hijos a la espera del desenlace en una tarde donde los recuerdos sobre el pasado de todos ellos dibujan un panorama bastante desolador. Pero el tono de esta historia es marcadamente diferente de aquel auto de condenados en el que era el patriarca el moribundo. Allí dominaba la rabia y una sátira feroz sobre una clase social muy próxima al escritor. Hechas todas las cuentas, el Lobo Antunes de estos caballos mira a sus personajes desde una perspectiva diferente, mucho más humana. Los protagonistas van pasando por las hojas de la historia declarando como si fueran testigos de una causa general contra su vida y su situación. El tono general es de derrota, el de un presente en ruinas que mira a un pasado adinerado pero no mejor en el recuento de emociones. Nos hablan, diciendo de forma clara que es otro, el propio escritor, el que les hace hablar, tres de los hijos: Francisco, el mayor, deseoso de quedarse con los restos de la fortuna familiar; Ana, drogadicta, y Joao, homosexual que busca "niños", como el mismo afirma. Son seres torturados, terribles, que intentan avanzar aunque se confiesan perdidos sin remisión, hundidos en ese mar sobre el que esos caballos hacen sombra. Las suyas son vidas deshechas, en el fondo y en la forma de una prosa rota, que se confunde, se re-escribe, busca el pensamiento y divaga, da vueltas y más vueltas perdida en un laberinto de tiempos que se superponen, como las propias voces que buscan un espacio desde el cual entender. Junto a estas voces principales, se nos muestran muchas otras: la madre moribunda, el padre ya fallecido que dilapidó la fortuna familiar, una hermana difunta, la criada que lleva toda la vida con la familia, conformando un mosaico que es un sumario imposible de entender, claro que no hay nada que entender.
La prosa de Lobo Antunes es como adentrarse en la jungla, no es fácil avanzar, no tiene ninguna regla ni atajo, al leer avanzamos de forma penosa a veces, ligera otras, y siempre descubrimos en el camino maravillas, imágenes, frases, ritmos hipnóticos, un dechado de tesoros que nos hacen movernos a través de esas vidas tan profundamente infelices que sin embargo, y pese a todo, siguen buscando algo intangible pero necesario, cierta dignidad, cierta necesidad de contarse como ciertos. Algo de verdad.