lunes, 18 de junio de 2012

Aprendizajes

¿Para que sirve la adolescencia? La verdad es que es un periodo de confusión, lleno de esquinas y momentos dolorosos y del cual salimos normalmente tan confusos o más que cuando llegamos a ellos. Algunos dirán que es una etapa de aprendizaje, de ensayos y errores, que necesitamos romper con lo que somos o creemos ser para construirnos de nuevo, vale, todo eso está muy bien pero, ¿y si tras la adolescencia no nos espera nada mejor? Si los adultos son básicamente niños con tarjeta que no saben muy bien qué hacer con su vida salvo, en el mejor de los casos, estropear la vida de sus hijos, ¿querrías ser uno de ellos?
No se si este tipo de preguntas se las haría James Sveck, el protagonista de Algún día este dolor te será útil (Peter Cameron, Libros del Asteroide), pero lo cierto es que se enfrenta a su existencia y a la vida de los demás con una lucidez impropia de sus dieciocho años. James no tiene amigos, a él no le gusta relacionarse con la gente de su edad (de hecho, no se relaciona prácticamente con nadie), solo quiere que lo dejen en paz, comprarse una casa muy lejos, en el medio oeste americano, algo impropio de un neoyorkino como él. Su visión de las cosas y las personas contrasta con la de los que le rodean, sus padres, su hermana Gilliam, el tipo que dirige la galería de su madre. Solo le gusta estar realmente con su abuela y sabe, aunque no de manera clara, que  él no está bien.
Durante el verano de 2003, James se mueve en un tiempo de preguntas sin respuesta, entre su visión irónica y acerada de la ciudad y de su vida, entre su rechazo a ir a la Universidad, a moverse de donde está, a dejar de ser lo que ya es, a ser algo que percibe que no le gusta. Los demás lo ven como un bicho raro, un "inadaptado", intentan ayudarlo pero no saben como. La sombra de los que lo rodean y el pasado reciente de su ciudad se mezclan e su interior como un cóctel que solo le proporciona dolor y a lo que responde con manías, la precisión del lenguaje, la búsqueda de la soledad y los libros.
La novela de Cameron es un laberinto donde surgen muchas preguntas, donde se nos plantea sobre la necesidad (o no) de crecer, sobre todo si no estás seguro de que sea lo más sensato. Acecha la sombra del 11 de septiembre como un rumor (terrible) de fondo, y al mismo tiempo que nos hace sonreir se clava en la memoria una sensación de suave melancolía.
Escrita con un lenguaje preciso y evocador, es una historia que se lee en un momento, que fluye hacia nosotros y que nos hace desear, como se dice en las últimas páginas del libro, ser amigo del tipo que ha contado esta historia y lo hecho tan bien.


martes, 1 de mayo de 2012

Declaración de los testigos

En las novelas de Lobo Antunes el tiempo no suele existir. Todo transcurre en un instante como en Exhortación a los cocodrilos, o en el espacio que ocupan los pensamientos de alguno de los personajes, o del narrador, sea este quien sea. En las novelas de Lobo Antunes no existe una "trama" al estilo convencional, pasan y no pasan al mismo tiempo múltiples acontecimientos. Las novelas de Lobo Antunes no son, por así decirlo, novelas. Son delirios con algo de estructura, en los que algunas  voces hablan al vacío y cuentan y se cuentan, intentando que en ese flujo de palabras se solidifique algo parecido a un sentimiento, a cierta claridad en el laberinto de tiempos y hechos, a algo que, si no es cierto, tiene la misma apariencia, pesa lo mismo y tiene la misma densidad de aquellas cosas que no nos atrevemos a decir pero que nos definen.
En ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, Lobo Antunes parece re-escribir una de sus primeras novelas, Auto de los condenados. La historia es similar, la inminente muerte de la matriarca de una familia reúne a sus hijos a la espera del desenlace en una tarde donde los recuerdos sobre el pasado de todos ellos dibujan un panorama bastante desolador. Pero el tono de esta historia es marcadamente diferente de aquel auto de condenados en el que era el patriarca el moribundo. Allí dominaba la rabia y una sátira feroz sobre una clase social muy próxima al escritor. Hechas todas las cuentas, el Lobo Antunes de estos caballos mira a sus personajes desde una perspectiva diferente, mucho más humana. Los protagonistas van pasando por las hojas de la historia declarando como si fueran testigos de una causa general contra su vida y su situación. El tono general es de derrota, el de un presente en ruinas que mira a un pasado adinerado pero no mejor en el recuento de emociones. Nos hablan, diciendo de forma clara que es otro, el propio escritor, el que les hace hablar, tres de los hijos: Francisco, el mayor, deseoso de quedarse con los restos de la fortuna familiar; Ana, drogadicta, y Joao, homosexual que busca "niños", como el mismo afirma. Son seres torturados, terribles, que intentan avanzar aunque se confiesan perdidos sin remisión, hundidos en ese mar sobre el que esos caballos hacen sombra. Las suyas son vidas deshechas, en el fondo y en la forma de una prosa rota, que se confunde, se re-escribe, busca el pensamiento y divaga, da vueltas y más vueltas perdida en un laberinto de tiempos que se superponen, como las propias voces que buscan un espacio desde el cual entender. Junto a estas voces principales, se nos muestran muchas otras: la madre moribunda, el padre ya fallecido que dilapidó la fortuna familiar, una hermana difunta, la criada que lleva toda la vida con la familia, conformando un mosaico que es un sumario imposible de entender, claro que no hay nada que entender.
La prosa de Lobo Antunes es como adentrarse en la jungla, no es fácil avanzar, no tiene ninguna regla ni atajo, al leer avanzamos de forma penosa a veces, ligera otras, y siempre descubrimos en el camino maravillas, imágenes, frases, ritmos hipnóticos, un dechado de tesoros que nos hacen movernos a través de esas vidas tan profundamente infelices que sin embargo, y pese a todo, siguen buscando algo intangible pero necesario, cierta dignidad, cierta necesidad de contarse como ciertos. Algo de verdad.

viernes, 23 de marzo de 2012

La feliz edad



Hay libros que consiguen unir extremos en principio irreconciliables. Libros que son al mismo tiempo amargos y tiernos, terribles y hermosos, tristes y sin embargo luminosos. Algo de eso le sucede a La máquina de hacer españoles, de Valter Hugo Mae (Alfaguara), en la cual al protagonista, Antonio Silva, portugués de ochenta y cuatro años, se le jode la vida irremediablemente al principio de la novela: muere su mujer, con la que ha pasado prácticamente toda su vida, y al poco tiempo es ingresado en una residencia para ancianos donde ha de disfrutar de esa "feliz edad" que le resta. Antonio, al principio se rebela contra ese destino ingrato pero con el paso de los días experimentará emociones que el pensaba impensables en su posición, revisará la historia de su vida y sus decisiones (y de forma paralela la de su pais), y acabará encontrando en los demás algo que no buscó nunca, una especie de orgullo herido (de muerte) que se convertirá en aliado de los días que le quedan.

Mae ya publicó en castellano El apocalísis de los trabajadores (Alpha Decay), otra historia sobre el desencanto y la vida cotidiana en el Portugal de ahora mismo (que es, en realidad, todas partes). De nuevo, aquí, pone su mirada y su prosa en personajes humildes sobre los que traza el día a día del final de los días, la búsqueda (a veces inconsciente) de asideros del corazón para poder seguir avanzando. Aquí añade una especie de resumen y ajuste de cuentas con el tiempo de la dictadura de Salazar y la actitud de lo que llama "hombres buenos", con ese miedo a todo y a todos que nos acaba volviendo verdugos de los demás y de nosotros mismos.

Aunque he leido que Mae escribe a la manera de Saramago, en mi opinión comparte solo con el la mirada compasiva a aquellos de los que habla. Su escritura es muy hermosa, llena de imágenes y de ideas, y aunque sus tramas acaban siendo casi lo de menos, consigue llevarnos al centro de las vidas de unos personajes que duelen por ser como somos. De entre los jóvenes (o no tanto) escritores portugueses como Gonçalo Tavares o José Peixoto, Mae tiene una voz que merece ser escuchada, saboreada y recordada.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Tormenta


Hay libros que dan mal rollo. O muy mal rollo. Incluso algunos te dan un mal rollo terrible. Lo peor es que algunos de esos libros te piden a gritos que los leas, que te enteres de las malas noticias.
Guerras climáticas (Katz, 2011), de Harald Weltzer, es uno de esos libros. Utilizando como fuerza motriz el cambio climático y sus consecuencias (presentes y futuras) en la sociedad, y sobre todo en esa práctica tan nuestra que es la guerra, Weltzer hace un recorrido por temas muy diversos siempre con nuestra posición ante ella en primer plano. Así, y tomando como ejempos desde el genocidio judío o las matanzas de Darfur o la guerra en la antigua Yugoslavia, nos habla de la responsabilidad social y personal ante la violencia, de las nuevas formas de guerra, de cómo actuamos ante las presiones demográficas de exiliados, de cómo exportamos fronteras y de cómo el cambio climático se va a convertir en una fuente de conflictos (Weltzer señala que ya lo es), que los paises industrializados no van a poder evitar.
La cuestión sobre si el cambio climático es obra nuestra o no es secundaria. Lo que no lo es sin embargo es la sensación de urgencia que provoca la lectura de este libro y, lo que es peor, la sensación de que las medidas que se están tomando no son precisamente las más adecuadas. La sensación que queda es que, en opinion de Weltzer, los paises del norte, industrializados, no creen que ese sea SU problema, y hacen lo posible (desde trasladar fronteras para evitar entradas de desplazados hasta lavar su mala conciencia con el envío de ayuda) por que esto continúe así. La cuestión sobre lo que es una guerra climática y cual va a ser su influencia en el medio plazo es planteada con detalle, está apoyada en mucha documentación y los argumentos que se presentan son bastante sólidos. Ante ellas nos surgen muchas preguntas, ¿cuál es nuestra responsabilidad ante lo que sucede o va a suceder? ¿Cómo se puede detener una situación que está empeorando y que corre el peligo de volverse mucho peor, con todos los condicionantes sociales que esto conlleva?
Este libro no da respuestas contundentes a estas preguntas (y las pocas que da son como para echarse a temblar), pero no por ello no deja de ser necesario mirar con detalle lo que está sucediendo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Pesadillas


El protagonista de Birlibirloque (o Hocus Pocus, como también se ha llamado, siendo fiel al título original), parece un adicto a la estupidez humana. Pero claro, dado que ésta abunda tanto, la verdad es que no hay que esforzarse mucho por encontrarsela. Así, Eugene Debs Hartke, por azares de la vida (y por culpa de una Feria de la Ciencia) se enrola en el ejercito de los Estados Unidos y acaba en Vietnam hasta que comenzó a salir excremento de los acondicionadores de aire, para luego ser profesor de física en un colegio de niños ricos con problemas de aprendizaje, profesor de "salvese quien pueda" en una carcel, alcalde de un pueblo fantasma y finalmente encontrase encausado por dirigir supuestamente una fuga multitudinaria de presos. En todas estas etapas Eugene se encuentra una y otra vez rodeado de la ferocidad de la estupidez que se repite sin cansancio. Él cuenta su historia desde la biblioteca de la que fue en origen esa escuela de niños ricos, ahora convertida en una nueva prisión, y su realidad, que daría para una tragedia pasada de rosca, esta teñida de un humor negrísimo que nos inquieta por que nos retrata con una claridad de detalles dolorosa.
Pocos escritores han contado con tanta furia y tanto vitriolo la sociedad norteamericana como Kurt Vonnegut. Este tipo, que sobrevivió al bombardeo de la ciudad alemana de Dresde y lo contó como sólo puede contarse el absurdo del horror en Matadero 5, ha sido siempre un cronista marciano y a contra corriente Utilizando recursos que van de la ciencia ficción a la disgresión histórica para enseñarnos que no hay nada inventado y que, además, da mucho apuro esto de ser un ser humano, como nos dice el protagonista, recorre la historia reciente de su pais desde una realidad alternativa que es la misma en la que vivimos con todos los detalles en colores brillantes, y nos recuerda, por si se nos había olvidado, que no hay donde agarrarse para salvarnos.
Ya se que los tiempos no están para alegrías (al menos, eso nos dicen), pero nunca está de más mirar las cosas y a las personas con la lupa de aumento de la ironía y el humor, y el que éstos sean tan negros como los de Vonnegut, y que la sonrisa se nos congele como cuando vemos las viñetas de El Roto, no hace sino confirmar que deberíamos leer a este autor por que, sea cual sea nuestro futuro, Vonnegut ya ha estado allí y se pudo reir de lo que vió como un poseso.

miércoles, 18 de enero de 2012

Duelo


La muerte de un ser querido es algo terrible. Si además, eres un chaval de nueve años con un cerebro que nunca descansa, ese ser querido es tu padre, aquella persona que mejor te entiende y te hace ver el mundo como algo misterioso y a la vez maravilloso, y encima ha muerto en el atentado del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York, bueno, la verdad es que lo tienes muy mal. Tan mal que te aferras a lo que sea para que ese dolor no acabe contigo, te aferras a algo, por pequeño que sea, que pueda dotar de sentido a ese mundo en el que de repente estás abocado a no entender nada y a que todo sea extraño, aterrador, y al mismo tiempo extremadamente intenso y perturbador. Ese algo puede ser una llave, un nombre, la búsqueda de alguien que te explique, que traze la linea que une los puntos de tu pesadilla. Alguien a quien encontrar en medio de la herida de la ciudad. Si te llamas Oskar Schell y te ha pasado todo esto, no te queda más remedio que comenzar a caminar.
Este es el punto de partida de Tan fuerte, tan cerca, la segunda novela de Jonathan Safran Foer, publicada en 2005 y con el rumor del atentado de Nueva York como elemento motriz de una historia sobre el duelo, sobre la aceptación (o no) de la muerte y como intentar aceptar lo que no puede ser aceptado. Safran Foer combina elementos muy dispares en su novela y, al igual que en Todo esta iluminado, traza dos historias que se entrecruzan y mezcla el presente terrible con un pasado terrible, en este caso el bombardeo de Dresde a finales de la segunda guerra mundial.
Esta historia habla de la pérdida, de como se entremezcla la Historia (la de occidente) con la historia (de Oskar), de las similitudes entre ambas y de cómo afrontar el camino que aparece cuando lo más terrible que podía suceder ha sucedido.
Safran Foer escribe bien y mezcla en su texto imágenes, diferentes tipografías, páginas en blanco, series de números, textos ilegibles, otros marcados, juega con la escritura en lo externo y lo interno, compone un rompecabezas donde algunos elementos encajan a la perfección (algunos personajes como los diferentes Blacks), y otros chirrian un poco (el bombardeo de Dresde, por que, a fin de cuentas, otros como Vonnegut lo contaron mejor sin contarlo en absoluto).
La suma de todo lo contado puede tomarse como una metáfora de la sociedad americana, como un cuento (terrible) sobre la aceptación de lo que ya no tenemos, o como una historia sobre el 11 de septiembre y cómo transformó la realidad.
La suma de todo es una historia que queda, intensa a veces hasta lo insoportable, otras veces extrañamente alegre, compleja, bonita.

lunes, 2 de enero de 2012

Vida de esta chica


Sucede a veces que las decisiones que nos marcan, que se convierten en las mas importantes de nuestras vidas, son tomadas de manera casi apresurada, inconsciente, tal vez incluso sin tiempo para calibrar las consecuencias que, en muchos casos, ni siquiera se conocen o preveen.
Puede que ese sea el caso de Beatrice Hempel, una chica joven que se ve a si misma en el lugar equivocado, siendo maestra o profesora de unos chavales en los que se ve a sí misma no hace tanto, chavales que son talentos en potencia, vidas a punto de explotar, universos a punto de explosionar. ¿Y ella? ¿No tenía ese mismo talento?, ¿no estaba su vida a punto de explotar? Bueno, tal vez no, tal vez Beatrice solo es una chica normal, que de repente se ha visto encerrada en una vida de adulto, algo para lo que nadie le ha explicado como prepararse. Y además esa vida no es fácil, su papel como profesora le plantea más dudas que certezas, su vida personal parece ir en una dirección que a ella no le hace mucha gracia, desearía no tener que ir a trabajar, desearía quizás ser otra persona, como esa compañera que dejó por un tiempo el colegio y ha cambiado su vida. No es que tenga muchos apoyos por parte de su familia, en fin, todo es un lio y el tiempo se le muestra como algo móvil y cambiante en el que ella no sabe a donde se dirige y qué significa (si es que significa algo), lo que le sucede.
Estas son algunas de las cosas que Beatrice cuenta en Las crónicas de la señorita Hempel (Libros del asteroide), una novela hecha de ocho relatos en los que se nos cuenta la vida de esta mujer. Ocho historias desiguales, sí (siendo quizá las más destacadas las que abren y cierran la novela), que nos cuenta Sarah Shun-lien Bynum con una prosa que sugiere con suavidad y potencia las esquinas en luz y sombra de Beatrice Hempel, a la que al final de Encontronazo, la última de sus historias, deseamos buena suerte con la extraña seguridad de que seguirá con nosotros bastante tiempo. No es nada especial, más allá de una vida con todo lo que eso significa, una vida en ocho pinceladas que dejan un muy buen recuerdo.