miércoles, 18 de enero de 2012

Duelo


La muerte de un ser querido es algo terrible. Si además, eres un chaval de nueve años con un cerebro que nunca descansa, ese ser querido es tu padre, aquella persona que mejor te entiende y te hace ver el mundo como algo misterioso y a la vez maravilloso, y encima ha muerto en el atentado del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York, bueno, la verdad es que lo tienes muy mal. Tan mal que te aferras a lo que sea para que ese dolor no acabe contigo, te aferras a algo, por pequeño que sea, que pueda dotar de sentido a ese mundo en el que de repente estás abocado a no entender nada y a que todo sea extraño, aterrador, y al mismo tiempo extremadamente intenso y perturbador. Ese algo puede ser una llave, un nombre, la búsqueda de alguien que te explique, que traze la linea que une los puntos de tu pesadilla. Alguien a quien encontrar en medio de la herida de la ciudad. Si te llamas Oskar Schell y te ha pasado todo esto, no te queda más remedio que comenzar a caminar.
Este es el punto de partida de Tan fuerte, tan cerca, la segunda novela de Jonathan Safran Foer, publicada en 2005 y con el rumor del atentado de Nueva York como elemento motriz de una historia sobre el duelo, sobre la aceptación (o no) de la muerte y como intentar aceptar lo que no puede ser aceptado. Safran Foer combina elementos muy dispares en su novela y, al igual que en Todo esta iluminado, traza dos historias que se entrecruzan y mezcla el presente terrible con un pasado terrible, en este caso el bombardeo de Dresde a finales de la segunda guerra mundial.
Esta historia habla de la pérdida, de como se entremezcla la Historia (la de occidente) con la historia (de Oskar), de las similitudes entre ambas y de cómo afrontar el camino que aparece cuando lo más terrible que podía suceder ha sucedido.
Safran Foer escribe bien y mezcla en su texto imágenes, diferentes tipografías, páginas en blanco, series de números, textos ilegibles, otros marcados, juega con la escritura en lo externo y lo interno, compone un rompecabezas donde algunos elementos encajan a la perfección (algunos personajes como los diferentes Blacks), y otros chirrian un poco (el bombardeo de Dresde, por que, a fin de cuentas, otros como Vonnegut lo contaron mejor sin contarlo en absoluto).
La suma de todo lo contado puede tomarse como una metáfora de la sociedad americana, como un cuento (terrible) sobre la aceptación de lo que ya no tenemos, o como una historia sobre el 11 de septiembre y cómo transformó la realidad.
La suma de todo es una historia que queda, intensa a veces hasta lo insoportable, otras veces extrañamente alegre, compleja, bonita.

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