viernes, 26 de diciembre de 2008

Contradicciones


Cuando inicié la escritura de este blog, lo hice partiendo de la premisa de que todo el mundo escribía y, sin embargo, nadie leía. El tiempo transcurrido desde entonces me ha reafirmado en la idea de que la lectura de libros, y los lectores de libros, se están convirtiendo en una minoría que se atrinchera en este vicio con entusiasmo. Al mismo tiempo, y de forma extraña, se publican y se venden muchos, muchísimos libros, surgen nuevas editoriales, y cuando voy a una librería me agobio ante el alud de novedades, re-ediciones, títulos que surgen, autores nuevos, autores de toda la vida, en fín, un frenesí en torno al libro que no parece sino abocado a un vacío de lectores.

Hace no mucho leía que tanto Phillip Roth como Eduardo Mendoza coincidían en el diagnóstico: los lectores de libros se extinguen. Con el paso de los próximos años, la lectura será un hobby minoritario, y las pantallas finalmente han ganado la batalla. Sin embargo, parece que el sector editorial vive unos momentos excelentes, se vende mucho, no hay crisis, existe Carlos Ruiz Zafón, o niños con pijama de rayas, o suecos que escriben novela negra, o fenónemos extraños que se traducen en libros y más libros asi que, en fín, que no es posible entender nada salvo que se vende, y se vende mucho. Y posiblemente, también se lee.

Claro que leer admite muchas variantes. Leer un blog, un post como éste por ejemplo, no es un ejercicio equiparable a leer un artículo de prensa o un ensayo. Al tiempo que se diversifican los ejercicios lectores parece que hay una decadencia general en la escritura: se escribe mucho sí, pero no bien. Bueno, al menos no tan bien como antes. Tal vez sea que la escritura de estos nuevos tiempos ha de estar a la altura de lo que piden los lectores y éstos son cada vez más impacientes. ¿Cuántos se adentran sin miedo en una novela larga, o difícil? ¿Cuántos leen sin mirar el reloj? Si rebajamos las expectativas lectoras las dos preguntas anteriores tienen respuestas más satisfactorias, y para ello nada mejor que escribir para estos nuevos lectores, algo rápido, algo que les permita avanzar, algo que les haga sentirse mejores.

En fin, el panorama, lejos de aclararse, se confunde cada vez más. No sirve de mucho profetizar los posibles futuros. Pero lo que parece cada vez más claro es que las denominaciones "leer" o "escribir" engloban cada vez más ejercicios muy diferentes. Y nuestras relaciones con estos ejercicios están cambiando, mutando, de la misma forma que nuestra relación con los demás.