Siempre me ha gustado leer libros sobre ciencia. Esta afición tan rara tiene su explicación en el entusiasmo que me transmiten a veces los autores de los buenos libros sobre ciencia. Ese entusiasmo se basa en el vértigo que me producen éstos, en la sensación de descubrimiento o re-descubrimiento, en las puertas de curiosidad que nos abren como el que no quiere la cosa, y en la maravillosa sensación que transmiten de novedad: todo lo que nos rodea es de repente más nuevo, más extraño, más apasionante. Al contar la realidad, nos la descubren con otros ojos, nos transmiten las búsquedas y luchas de aquellos que bucean en las tripas de las cosas, la formación de sus ideas y los triunfos y fracasos de nuestros intentos por comprender lo que nos rodea. No hay muchos autores ni muchos libros que me hagan sentir de este modo. Recuerdo en primer lugar Caos, de James Gleick, hace ya unos años. Y poco después, algunos libros de Ilya Prigogine sobre su forma de entender la ciencia y el mundo (En especial La nueva alianza). No me pasó, extrañamente, con el Quijote de la divulgación científica (esto lo digo por que se supone que éste es el libro que todos tenemos en casa, que se supone que hemos leído y que nos encanta): La historia del tiempo de Stephen Hawking. Paradigma del best-seller de / sobre ciencia que promete mucho más de lo que da (esto son manías mías ya que prefiero entender lo que me rodea a los misterios del Universo, aunque quede un poco raro decirlo así).
Esta sensación de vértigo la he vuelto a tener al leer Un universo diferente, de Robert B. Laughlin, editado por katz. A pesar de una traducción que chirria un poco, las ideas que transmite este libro son tan buenas que uno se vuelve a su alrededor para comprobar que lo que nos rodea, aun siendo lo mismo de hace un rato, ya no se ve con los mismos ojos. El lenguaje está exento de tecnicismos y lleno de imágenes que ayudan a comprender muchos de los temas de los que habla. Como todos los libros de divulgación, con este uno se siente a veces muy listo (cuando cree que entiende perfectamente de lo que le están hablando) y a veces un burro sin solución (cuando cree que no entiende absolutamente nada de lo que le están hablando). En mi opinión ganan los buenos momentos y por ello recomiendo (vaya osadía, si ya nos cuesta leer, cuánto más un libro sobre ¡¡Física!!) este nuevo universo que, mira por donde, ha resultado ser el de siempre sólo que contemplado con nuevos y curiosos ojos.
Esta sensación de vértigo la he vuelto a tener al leer Un universo diferente, de Robert B. Laughlin, editado por katz. A pesar de una traducción que chirria un poco, las ideas que transmite este libro son tan buenas que uno se vuelve a su alrededor para comprobar que lo que nos rodea, aun siendo lo mismo de hace un rato, ya no se ve con los mismos ojos. El lenguaje está exento de tecnicismos y lleno de imágenes que ayudan a comprender muchos de los temas de los que habla. Como todos los libros de divulgación, con este uno se siente a veces muy listo (cuando cree que entiende perfectamente de lo que le están hablando) y a veces un burro sin solución (cuando cree que no entiende absolutamente nada de lo que le están hablando). En mi opinión ganan los buenos momentos y por ello recomiendo (vaya osadía, si ya nos cuesta leer, cuánto más un libro sobre ¡¡Física!!) este nuevo universo que, mira por donde, ha resultado ser el de siempre sólo que contemplado con nuevos y curiosos ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario