domingo, 6 de julio de 2008

Monstruos


De chaval me encantaban los libros de Stephen King. Los leía en verano, casi de forma compulsiva. Comencé por Cujo, que no acabó de gustarme, continué con Carrie, y a partir de ahí seguí leyendolo, primero en bolsillo, en la colección Los Jet de Plaza y Janés y en Grijalbo, después me pasé a la tapa dura y leí It, algo así como el compendio de todo lo escrito por King hasta ese momento. Unos años más tarde, tras leer Misery, lo dejé de lado y así sigue. No se por qué, la verdad, quizá fue debido a que leí un par de libros horrorosos escritos por él y ya me dije eso de hasta aquí, o bien a que yo quería leer otros autores. He vuelto a leer a King esporadicamente, y aunque me digo a mí mismo que debería volver a alguno de sus mejores libros, la verdad es que no he puesto mucho interés.
Quizá sea que el Stephen King que leí a mis casi veinte años es tan irrecuperable como aquel tipo que yo era entonces. Algo parecido me pasa con El señor de los Anillos, no creo posible volver de momento a esos mundos y a esas novelas.
Pero aún así, de vez en cuando me sorprendo viendo (más que leyendo) alguna adaptación de relatos o novelas de King. La última ha sido La niebla, dirigida por Frank Darabont, un fan de King que ya ha dirigido dos relatos carcelarios de King, Cadena Perpetua y La milla verde. En su origen La niebla es una novela corta que forma parte de un conjunto de cuatro que fue publicado en España por Grijalbo en dos volúmenes separados. De los cuatro relatos, tres (creo) ya han sido adaptados, La niebla, Cadena Perpetua, y Alumno aventajado, síntoma de que, o bien a los productores les gusta King, o bien de que alguien le ha pagado al bueno de Stephen una millonada por derechos de adaptación al cine de todo lo que escriba.
El relato de la niebla me encantó. Tiene un tono apocalíptico cercano a los horrores de H. P. Lovecraft, un universo al que King se ha acercado de vez en cuando, aunque la historia se centra más en las reacciones de un grupo de personas atrapadas por algo imposible de lo que no pueden escapar, que en describir en detalle todo tipo de monstruos raritos. La película coge el relato y se mantiene muy fiel a él, convirtiendose en una excelnete descripción de la descomposición de las normas sociales y de lo racional ante una amenaza. La niebla es el lugar donde viven los monstruos que acechan a los protagonistas pero, al mismo tiempo, los monstruos somos también nosotros ya que, en vez de unir fuerzas para luchar contra lo que nos acecha, aparece lo peor que llevamos dentro, los miedos, las sombras ruines, la envidia, el odio al otro, algo que parece retratar, aunque sea involuntariamente, la parte más reaccionaria de una sociedad como la americana, amenzada por algo sin forma que golpea con crueldad.
La película llega un paso más lejos de donde acaba la novela original y, llevando la historia a su límite y con absoluta coherencia, resuelve en un final negrísimo, terrible, que aún resultando lógico con lo contado hasta entonces, borra de un puñetazo toda posibilidad, no ya de final feliz, sino de cualquier resquicio de esperanza.
Este es un signo de los últimos tiempos, en los que hemos visto toda una serie de pelis que se plantean finales del mundo desde muchos puntos de vista, aunque siempre como consecuencia de nuestras propias acciones (vease Soy Leyenda o El incidente). En un libro reciente de Kurt Vonnegut, Un hombre sin patria, este autor comentaba, con una ironía sangrante, que ya no hay nada que hacer ante un final del mundo para el cual ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. La niebla plantea ese escenario final en un contexto fantástico pero contándolo con tono realista y sin concesiones a posibles finales felices. Tras verla, la verdad es que a uno no le quedan ganas de mucho pero a pesar de ello todavía pienso que, a diferencia de lo que opina Vonnegut, aún existen salidas.
Lo que no se, es si en estas salidas habrá monstruos o no.

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