domingo, 21 de octubre de 2007

Azotea


A veces tiendo la ropa en la azotea del edificio en el que vivo, a una altura de doce pisos. Las azoteas son lugares raros, apenas visitados por el resto de vecinos, y desde los que puedes mirar a la ciudad a tu alrededor con una perspectiva también rara. En mi caso, se ve todo el centro de la ciudad y la mayoría de los edificios de alrededor son más bajos, con lo que puedes ejercer de voyeur de forma gratuita, y así contemplar a la gente en la distancia íntima, cosa ésta que, al menos a mí, me produce un súbito pudor que me lleva a terminar ese ejercicio voyeuristico rápidamente. Prefiero los edificios, las líneas quebradas que se amontonan hasta convertirse en un fondo azulado o gris, tan lejos como lo están las montañas.

Esta mañana la luz era blanda y algo fria, y la ciudad tenía ese aspecto enojado que tenemos la mayoría cuando llueve y sabemos que el invierno está a punto de empezar. Pero la azotea es rara, como ya he dicho, y a pesar de esa luz a medio hacer, me he quedado mirando los edificios y el vuelo corto y un poco roto de unas camisas tendidas en otra azotea próxima. No se por qué.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo puede ser una luz blanda?, aunque sea una metáfora, pero no la capto ....

josquin dijo...

Resulta extraño atribuir a la luz, algo intangible por su naturaleza, una propiedad asociada al tacto. Pero no encuentro mejor forma de describir esa cualidad de la luz otoñal e invernal, blanda, medio hecha, tibia, a diferencia de la luz de verano, la cual me parece de gran dureza, densa, feroz. No se si son las palabras más adecuadas pero son las que primero me vienen a la cabeza.