domingo, 19 de octubre de 2008

Historias


A veces se me olvida que la Historia está hecha por hombres y mujeres. Cuando uno lee sobre Historia, la nuestra o la de otros, a veces piensa en una serie de acontecimientos, batallas, tratados, banderas, crisis y resurrecciones, toda clase de cosas pero no siempre personas. Por razones diversas, en los últimos tiempos me he visto enfrentado a una visión de la Historia a pie de obra, de una conversación con aquellos que sufrieron los momentos decisivos de un tiempo que se ha convertido en el nuestro. Entre esas historias, dos me han llevado hasta los Estados Unidos. Una de ellas ha sido el libro Soñando América, de Russell Banks (Bruguera), y la otra ha sido la serie John Adams. En ambas se cuenta el origen de los Estados Unidos de América, un país resultado de una mezcla de intereses y oportunidades. Si el libro de Banks es una mirada lúcida y precisa sobre los matices del corazón norteamericano, la serie retrata el carácter de uno de los "padres de la patria" americana, John Adams, y las contradicciones y sacrificios que marcaron su vida.
Banks habla de los conflictos internos de los norteamericanos, de sus contradicciones fruto de la imposible convivencia de su idealismo religioso y su materialismo mercantil, del mito fundacional del Sueño Americano y de su metamorfosis hasta la esquizofrenia actual. John Adams cuenta esta fundación desde lo pequeño, desde los acontecimientos y conversaciones que están detrás de la independencia americana. Tanto en la serie como en el libro se cuenta que la historia de como surgieron los Estados Unidos se ha olvidado, y en su lugar se han construido varias mitologías más o menos cercanas a lo que pasó. No parece que los americanos de hoy estén muy por la labor de revisar con cierto escepticismo cuánto hay de cierto y cuanto de narrativa cinematográfica en su génesis. Pero creo que esa mirada hacia atrás es necesaria para clarificar los males de este pais (y, por extensión, de cualquiera).
Ambas, el libro de Banks y la serie de HBO, son en mi opinión magníficas, y demuestran que, pese a todo, todavía hay entre los norteamericanos una voluntad crítica.
Me temo que en el caso de nuestra historia esfuerzos similares son muy costosos y parecen brillar hoy por su ausencia.